Golf | PGA Championship

Rahm está de vuelta

El español, con un -4 que recuerda a sus mejores tiempos, DeChambeau y Scheffler se meten en la pelea en Quail Hollow.

Rahm está de vuelta
ERIK S. LESSER
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Aleluya. El mesías ha retornado y España por fin tiene una buena razón para sintonizar la tele un domingo en uno de los grandes. Hoy, cuando el vizcaíno peleará por el que sería el primer PGA Championship que acaba en las vitrinas de este país, el último cromo de la colección golfística nacional. Un -4 para -6 este sábado, en lo más cercano al Rahm 100% ibérico de bellota que se ha visto hace tiempo en el Grand Slam, vuelta vintage con aroma a primavera de 2023, le ofrece la posibilidad de conseguir su tercer major distinto (tiene el US Open de 2021 y el Masters de 2023 hasta la fecha), el que le dejaría a un British Open de la mejor carrera golfística de este país, de entrar en el club de Nicklaus, Tiger, Rory y compañía.

Durante algo más de cinco horas, que se jugó lento porque un retraso por la lluvia obligó a postergar las salidas cerca de tres horas, y a efectuarlas por los tees del 1 y el 10 simultáneamente en grupos de tres, todo pareció cobrar sentido. Todos los dolores de cabeza que le han hecho pasar esas compensaciones en su swing fruto de un defecto inadvertido durante mucho tiempo en la varilla de su driver, todas las frustraciones en las cuatro oportunidades que tiene ahora por temporada de medirse con la flor y nata de su gremio. La luz asoma ya nítida al final de un túnel largo, porque un problema así en este deporte es casi como volver a nacer, como un futbolista con el cruzado roto.

Ya afirmaba él mismo que algo grande estaba por venir en días previos. Y la cuadratura del círculo ocurrió en 18 hoyos divididos en tres actos: sólido en el arranque, -2 hasta el 5; peleón entre el 6 y el 11, dos birdies y dos bogeys; desatado del 14 al 16, con tres birdies seguidos. Atravesó la Green Mile al par, con un birdie de tronío en el 16 y un bogey digerible en el 17, que se juega medio golpe sobre el par de media esta semana, y se fue a la casa club en segundo lugar a esperar acontecimientos. Todas las métricas confirman su evolución esta semana: sexto en golpes ganados, 14º de tee a green y 21º pateando. El pack completo. Queda por ver si es flor de un día o nueva tendencia. Los próximos 18 hoyos despejaran parte de la incógnita. Por ambición no va a ser: “Es difícil describir lo hambriento que estoy por un grande. Tanto como estaría cualquiera en esta posición. Estoy muy contento de haber vuelto a ella”, aseguró con aire desenfadado, el mismo que tuvo para regalarle un guanto firmado a un aficionado al que golpeó una bola descontrolada en el 11.

Scheffler abre gas

Los greenes se ponían pardos y los pronósticos se apretaban. El liderato había comenzado la jornada en el -8 de Jhonattan Vegas y a mitad de tarde no había hecho más que adelgazar. DeChambeau, que llegó a liderar y a ratos llevaba la mejor vuelta del día, se desinfló con un bogey al 16 y un doble tras una bola al agua en el 17. Buena parte de su candidatura se iba por el sumidero de la ‘milla verde’. Hasta ahí había jugado inmaculado, con cinco birdies y diez pares. Salió del green del 15 como entran los grandes púgiles al cuadrilátero, en uno de los exaltados pasamanos que ha convertido en marca registrada, y quizá la sobreexcitación le jugó una mala pasado. Acabó con -2 para -5.

Al mismo tiempo Scheffler, que iba por detrás, abría gas y empezaba a cimentar un final apoteósico, que le colocaría en el partido estelar con -6 para -10. Él, como Rahm, también ha reencontrado su versión A en este PGA Championship. Como quien no quiere la cosa, sin pegar un solo golpe recordable en un par de meses salvo el dardo del 4, salió al 10 en -2 con tres birdies y un bogey. Dos más le cayeron del 11 al 13, con otro hierro de tiralíneas intercalado, y pisó a fondo en la salida del 14, que esta vez era un hueso para los perros de presa como él: madera perfecta a green, eagle dado. Restó otro en el par 5 que sigue y se dio un paseo militar por la traca final. Pareció minigolf en sus manos. Al 16, cercano a los 500 metros, no le rascó un birdie por centímetros, al 17 se lo hizo con un tubo de más de cuatro metros y firmó el birdie más desahogado del torneo en el 18.

En su búsqueda de un tercer grande, el primero distinto al Masters para él, no tendrá que preocuparse por Rory McIlroy, que enterró sus ya de por sí escasas opciones con un -+1 para +2, desconcertado con un driver que, se supo el viernes, tuvo que cambiar por no cumplir el que planeaba poner en juego con las especificaciones de la USGA en un chequeo. Tampoco pinta nada en la lucha por la Copa Wanamaker este año Schauffele, el vigente campeón, autor de otro +1 para +2.

Lo que sí tiene muchas papeletas en la rifa es un campeón insospechado, de los que este torneo fabrica con cierta profusión. El sueco Noren (-5 para -8), el venezolano Vegas (+2 para -6), el coreano Kim (par para -6), que el viernes firmaba en el sexto el hoyo en uno más largo de la historia del Grand Slam, el francés Pavón (+1 para -5) y los estadounidenses Poston (-3 para -7) y Riley (-4 para -7) conforman el variopinto grupo de quintacolumnistas que intentar evitar la vuelta al régimen de Scheffler.

Puig se asoma al top-10 y Sergio se hunde

A su primer top-10 en un grande se asoma David Puig, quien haga lo que haga el domingo ya ha dado un salto exponencial estos días. A puro zambombazo y juego corto completó su recorrido en -3 para -2 . Llegará 23º y a solo tres golpes de la zona noble al desenlace, algo por lo que no habría dado un duro cuando dudaba, con la espalda tocada, si salir al tee del 1 el jueves. Su historia le ha metido en el radar de la prensa estadounidense, interesada en un muchacho que ni mucho menos se ha tomado sus inicios profesionales en el LIV como un Erasmus muy bien pagado. En lugar de eso, se ha batido el cobre en el circuito asiático y las previas y empieza a romper en el golfista de élite que siempre se intuyó en él. Uno de sus supervisores en ese proceso, Sergio García, dio la otra cara de la moneda en un sábado infausto, +8 para +9 con siete bogeys y dos dobles, que seguramente puede ser su última vuelta en un major este año.

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